Cada lunes Don José Ortega acudía a la sucursal del banco en el que tenía una cuenta y al que debía un dinero, que se había prestado y empleaba como capital de trabajo para producir harina de pescado. A su paso por el edificio saludaba a todo el personal que encontraba mientras se dirigía a la oficina de D. Antonio Rivera, el bancario, a quien solía estrechar la mano con firmeza y aprecio. Antonio no recibía comisiones por los productos financieros que adquiría José, tampoco obtenía ningún ingreso por escuchar sus preocupaciones. Sin embargo, gracias a esas charlas y anécdotas informales, era una de las personas mejor informadas sobre el negocio pesquero en el banco. No eran amigos, sin embargo, cada uno encargaba saludos a la familia del otro. Tampoco eran dos desconocidos que solo estaban allí para dar trámite a una transacción bancaria y adiós, muy buenas. Hoy esto no existe más, pues el banco eres tú.
Billete de 10 soles emitidos por el Banco de Trujillo, Perú
Con desconocimiento acerca del tema, muchos se aventuraron a afirmar
que con Bitcoin, uno podría convertirse en su propio banco. Quizá
porque los últimos tiempos el medio de presentación al público de
facto de los bancos sea una aplicación móvil desde la cual usted paga, paga y
sigue pagando cuentas, deudas, caprichos, experiencias, esas cosas. Un
banco no es una aplicación móvil. Un banco es una empresa cuyo negocio
consiste en vender dinero. Pero no cualquier dinero, ni el que aportan
sus dueños como capital. Gracias a una autorización del estado, un
banco puede captar dinero del público, en forma de ahorros, y
comercializarlo para generar ingresos y beneficios. Un banco compra
dinero a un precio bajo, pagado en forma de tasas de interés, y lo
vende de diferentes maneras a un precio más alto, cobrando tasas de
interés superiores. La regla clave de los negocios, vamos: comprar
barato, vender caro. Usted no puede hacer eso, con Bitcoin o sin
él. Su negocio no es vender dinero.
La presión social, aparentemente, ha otorgado al banco la condición de
certificador de la corrección de las actividades económicas, de modo
que los salarios ya no se pagan en sobres con efectivo sino que se
abonan en una cuenta bancaria cada final de mes. Sin embargo, son muy
pocas las personas que horas después no retiran el total en efectivo
para luego destinarlo a sus gastos del día a día. Para el resto,
existen productos financieros sumamente atractivos y
accesibles, como las tarjetas de crédito, que dan la impresión de que
el banco es simplemente una pasarela o medio de pago. Que se recarga
cada 30 días gracias a su empleador. Que esa historia de José y
Antonio parece inventada por un chiflado nostálgico de los tiempos que
no ha vivido. Ciertamente, quizá sin conocer el trasfondo económico,
esta conducta de la mayoría tiene mucho de sentido común. Las cuentas
de ahorros en la práctica ya no existen. Se han reemplazado por
cuentas gratuitas, libres, que sirven esencialmente para lo dicho:
pagar. También llaman a esto enviar dinero. Por lo que la frontera
entre una tarjeta prepago en forma de aplicación móvil, como Yape o
Bizum, y un banco se hace muy difusa.
En este sentido, no sorprende que muy poca gente crea que el banco es un
buen lugar donde quiera dejar su dinero por mucho tiempo para obtener
un beneficio. La oferta de productos bancarios para ahorro paga tasas
de interés ínfimas, incluso negativas, debido a los costes por
comisiones y no sé qué seguros. Gastar un dinero hoy
representa, quizá sin ponderarlo rigurosamente como haría alguien
mejor informado, una mejor decisión que ahorrarlo. Esos 500 soles que
pueda tener de excedente, incluso cuando tenga la suerte de que le
paguen 3% al año, en diciembre solo podrán comprar productos o
servicios por un valor de 475 soles. El banco le pagará igual los 15
soles, pero habrá perdido 25 soles de poder adquisitivo debido a la
inflación, que duplica o triplica la tasa de interés que recibe. Ya no
podrá hacer ese detalle a su madre en navidad sin caer en la tentación
de usar la tarjeta que lleva en la cartera, de cuyo coste no comentaremos.
Posiblemente recuerde a sus padres o abuelos cuando le decían que
siempre es conveniente comprar un poco de dólares, porque “un dólar es
un dólar”. El dólar y el euro, aún cuando mantienen cierta fortaleza,
no están exentos del fenómeno de la inflación. Esto trata de la
economía, no del precio de cotización de una moneda extranjera. Mil
dólares (USD), en efectivo o en su versión digital denominada Tether
(USDT), son aceptados y apreciados en cualquier lugar del mundo (por
ejemplo, en nuestros cajeros), pero no compran lo mismo en Huancayo
que en Los Ángeles. De poco sirve ingresar 4.000 dólares al mes cuando el
coste de vida en donde produce ese dinero no le permite ahorrar ni 100
dólares al año. De poco sirve obtener ingresos de fuente extranjera
creando contenido para Internet si, cuando quiera colocar en su
bolsillo los 100 dólares que ha vendido, la pasarela de pagos le cobra
4% y su banco le cobra 10 dólares por abonar los 86 restantes en su
cuenta. Muchas veces más vale mil soles ahorrados que decenas de
dólares volando cada día desde su móvil.
Bitcoin no le hace ninguna promesa sobre su dinero o finanzas. No es
una empresa que se aventure a decirle que le entregará una
exhorbitante tasa mensual por sus ahorros, o que con el dinero que le
presta en forma de acciones incrementará su participación en el
mercado en 10% con lo que su facturación crecerá y, probablemente,
también sus beneficios (que también serían los suyos en el porcentaje que le
corresponde). Bitcoin solo garantiza unas cualidades técnicas que la
hacen la primera red monetaria descentralizada capaz de almacenar y
transferir valor al futuro. Pero ¿esto tendría algo que ver con sus
finanzas?, ciertamente. En el fondo, el objetivo de tener dólares,
euros, oro, joyas o propiedades es preservar el patrimonio que le ha
costado trabajo acumular, para disfrutarlo en un futuro o simplemente
para transferirlo a la siguiente generación: sus hijos, nietos o la
sociedad en su conjunto. Para que éstos no empiecen de cero y partan
con algún activo bajo el brazo, que les haga la vida menos azarosa y
compleja.
Con Bitcoin no puede ser su propio banco, pero sí puede ser su propio
tesorero, guardando el pan para mayo. Bitcoin es una tecnología que se
puede aprovechar de diferentes maneras, la mejor de ellas es el
ahorro. No tiene que llevar su dinero a un banco que le dice que usted
es el banco porque lo tiene en la mano. Pues cuando los clientes de
esta empresa dejen de pagar el precio del dinero que han comprado (ese
3% que usted recibe sale de allí), no habrá un mecanismo de magia
que convierta la aplicación móvil en su dinero contante y sonante que
pueda retirar en un cajero o llevarlo a otro banco que no haya
quebrado. Al fin y al cabo lo que usted ve en su aplicación como su
dinero, son solo unos apuntes contables. Frente a esto, la alternativa
que tiene hoy es adquirir Bitcoin y guardar celosamente las llaves
digitales que le dan acceso a este activo virtual. Usted es el
tesorero. No tiene que hacer actividades que requieren autorización
estatal. No lo necesita. Lo que quiere es deshacerse del activo que
pierde valor y convertirlo en otro que mantenga o incremente el
valor. Vender ese dinero que pierde valor cada día y comprar Bitcoin,
que tiene una emisión de solo 21 millones de unidades. Si cada peruano
quisiese comprar una unidad hoy, no habría suficiente. Piénselo. Sin
embargo, usted no necesita juntar miles de soles para comprar una
unidad, puede comprar una
fracción. No se trata de
la cotización del activo, se trata de preservar valor: el ahorro que
haya podido acumular a día de hoy y que le servirá mañana. Hace 10
años 1 Bitcoin valía 1 Bitcoin, y dentro de 10 no será distinto.